Tepito abre sus puertas al turismo y enfrenta el reto de preservar su identidad
En el corazón de Ciudad de México, el barrio de Tepito, conocido por su historia de resistencia y simbolismo popular, ha comenzado a atraer a turistas en busca de experiencias fuera de los circuitos tradicionales. Inspirado por casos similares en barrios de Latinoamérica como las favelas de Brasil y las comunas de Medellín, este tipo de «turismo oscuro» en Tepito plantea un desafío para la comunidad, que debe encontrar un equilibrio entre la oportunidad económica y la conservación de su esencia.
Visitantes de países como Colombia, Estados Unidos, Brasil y Chile se acercan a Tepito atraídos por su singular oferta, que incluye sitios como el santuario a la Santa Muerte, altares a figuras controversiales, y lugares de culto populares, como el ‘Angelito Negro‘, un altar al demonio que recibe a decenas de personas al día. “Este lugar ha crecido mucho en afluencia, recibimos alrededor de cincuenta personas al día”, comenta Alexis, alias ‘El Chino’, quien fundó el altar hace 14 años.
Para los vecinos, el turismo representa una oportunidad para mejorar su economía sin perder la autenticidad. José Luis, conocido como ‘El Ruso’ y propietario del restaurante tradicional ‘Migas la Güera’, destaca que el interés creciente en Tepito podría revitalizar el barrio, siempre y cuando se mantenga el respeto por sus costumbres. “Muchos están viendo un renacimiento de la fama del barrio, pero aquí no vamos a cambiar como ocurrió en colonias como Roma o Condesa”, afirma.
Sin embargo, expertos en turismo advierten sobre el riesgo de “zoologizar” al barrio si la afluencia no es regulada. Álvaro López, profesor de la UNAM, señala la importancia de que sean los propios vecinos quienes establezcan los límites para que el turismo sea beneficioso sin transformar la vida cotidiana. “Si los locales pueden aprovechar las visitas y no se sienten culturalmente intervenidos, el impacto será positivo”, explica.
A medida que el Día de Muertos se aproxima, Tepito espera recibir a más turistas, poniendo a prueba su capacidad para mantener la esencia del barrio en medio de la creciente atención.